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marzo 08, 2008

UNA PARTIDA DE AJEDREZ

El camino de Francia hacia Santiago entraba en Navarra por Valcarlos-Luzaide desde Saint Jean de Pied de Port. Comenzaba el ascenso al Pirineo, camino de Orreaga/Roncesvalles. El camino tortuoso, con fríos intensos, ventiscas y nieve, hace pensar en que una chispa divina ha de guiar a los peregrinos para seguir un trayecto muy difícil que más de una vez les conducía a la muerte. Sin duda esta dama extraña -con guadaña o túnica blanca, según el último sueño de cada viajero-, ronda entre los valles como una ladrona de vidas. La historia cuenta que el 15 de agosto del año 778 Carlomagno regresaba deprimido de una expedición a Zaragoza. Había destruido las murallas de Pamplona y volvía por una calzada romana a Burdeos. Un grupo de vascones le esperaba en Ibañeta. Al pasar por el desfiladero de Roncesvalles, la retaguardia de sus caballeros fue sorprendida, al parecer por una emboscada dirigida por los vascos, a los que se habían unido algunos musulmanes. Sonó el cuerno y empezaron a caer rocas y flechas contra los soldados. Fue una gran derrota. Todos los jinetes de Carlos el Grande -incluidos Oliveros y su sobrino Roldán- murieron en la batalla. Hasta aquí fue la historia y después empezó la leyenda. Carlomagno estaba jugando al ajedrez con el jefe moro en Valcarlos. Estaba enfranscado en la partida, ignorando que aquel tablero tenía poderes mágicos y era capaz de producir un deseo de muerte con tal de conseguir el triunfo del juego. Desde el otro lado de la frontera, su sobrino Roldán le avisó de que la partida era una emboscada para retenerlo. Su padrastro Ganelón les había traicionado mientras el ejército, con los doce pares de Francia y Roldán, era abatido por los sarracenos. En el fragor de la batalla, Roldán -después de verse incapaz de salvar la situación, aconsejado por el prudente Oliveros- hace sonar su cuerno Olifante, llamando a su tío para pedirle refuerzos. Carlomagno sigue jugando. Roldán continúa soplando el cuerno hasta que, por el esfuerzo, se le rompen las venas de la sien. Roldán muere con su espada Durandal en la mano mirando al enemigo y su cuerpo es llevado al cielo por el arcángel San Gabriel. Cuando Carlomagno reacciona, regresa a Roncesvalles y se oyen los clarines. Los sarracenos huyen, pero el suelo está cubierto por los cadáveres de los caballeros, entre los que se encuentran Oliveros y Turpín, compañeros de Roldán. El emperador ordena enterrar a los valientes en una fosa y, loco de ira, en una lucha a muerte contra los sarracenos, vence en un último combate. Cuando se conoce la muerte de Roldán, las doncellas de todos los valles acuden con lanzas para ayudar a Carlomagno en su momento de derrota. Llorosas ante el héroe muerto, clavaron las lanzas en el suelo y, como un deseo de redención, las lanzas florecieron y nació un frondoso bosque que rodea Ibañeta. La amada de Roldán, Alda, muere de pena. Carlomagno, arrepentido por haber dejado solo a Roldán, su sobrino más querido, emprende viaje a Compostela para pedir perdón al santo. En un pergamino iba apuntando sus numerosos pecados. Como un penitente, caminó por pueblos y valles y, cuando llegó ante el sepulcro del santo y fue a leer su lista de culpas, el pergamino estaba en blanco. El santo le había perdonado todos sus pecados. (Al margen de la leyenda, Carlomagno nunca aprendió a escribir, aunque sí a leer). Dicen que fue entonces cuando el Camino de Compostela alcanzó el mayor número de peregrinos de toda Europa. Todos querían conocer el lugar donde murió el mítico Roldán y acabó derrotado el ejercito de Carlomagno.